De todas las carreras populares que se celebran en España hay dos que lucen más que el sol y que casi tienen el rango de mitos entre los aficionados. Estas dos son la San Silvestre Vallecana y la Behobia San Sebastián. En la San Silvestre estuve el año pasado y ya escribí su crónica. Me gustó tanto que ya estoy inscrito para la de este año y porque no me han dejado hacerlo para los próximos veinte, que si no lo hubiera hecho. De aquí hasta que pueda tan tradicional va a ser la San Silvestre como las uvas y las campanadas.
Este domingo pasado se celebró la Behobia San Sebastián. Y allí estuve. Mañana o pasado haré la crónica de toda la previa pero hoy me centraré en la carrera. Ésta transcurre entre ambas localidades con una distancia de unos veinte doscientos. Cerraron la inscripción a los catorce mil. Y tanta gente en una ciudad como San Sebastián se nota de tal manera que ya el viernes sólo se veía gente con la cara chupada y te das cuenta que aquello no es una carrera normal, que aquello es una fiesta. Llama la atención que una televisión local (Tele Donosti) dedique el viernes y el sábado programas a la carrera y luego retransmita la misma. Eso es extrañísimo. El sábado, en la recogida de dorsales, ves que allí hay gente de toda España y también mucho francés, claro, que por algo sale de Behobia. Ya el domingo, si la carrera salía a las once, a las ocho y cuarto un río de atletas recorría San Sebastián camino del Topo o el Eusko-Tren. Vagones repletos que ni el metro de Tokio en hora punta llevaba a mucha gente de corto helada de frío (tres grados) pero muy animada. A base de compartir medio metro cuadrado durante media hora hicimos amistad con dos de Valladolid y un Vizcaíno. Aquellos nos contaron como es la carrera de la subida al Angliru mientras que éste, que acababa de llegar de Nueva York, nos contó la maratón y, también, nos habló de la envidia que le produce Guipúzcoa, con tanta afición al deporte frente a Vizcaya, donde sólo existe el Athletic.
Bajamos del tren poco antes de Irún y fuimos siguiendo la procesión de atletas hasta que llegamos a Behobia una hora antes del comienzo. Hice mi calentamiento y me encaminé hacia la zona de salida. Como en la San Silvestre nos estabularon según tiempos acreditados. Esta vez no me metieron en el primer cajón sino en el segundo, donde estuve charlando con cinco calagurritanos antes de la salida comentándoles que me voy a dedicar a picar a mis amigos de Arnedo, que cómo puede ser que haya gente allí de Calahorra y no de Arnedo. A las once en punto, un cohete y Alan Parsons. Atacando, que es gerundio.
La carrera en sí es rápida pero un tanto dura. Estás continuamente subiendo y bajando aunque sin desniveles importantes salvo las subidas a Gaintzurizketa (creo que jamás seré capaz de aprenderme esta palabra) y Miracruz (o Mirakruz), ya en San Sebastián, que pican bastante. Siempre tienes bajadas para recuperar pero tanto desnivel carga mucho las piernas y así tengo hoy las agujetas que tengo. El paisaje es, por tramos, bastante bonito. Y San Sebastián, llegando a la Zurriola por Jesuitas y terminando en el Bulevar o Boulevard siempre es San Sebastián. Pero si esta carrera es grande no es por el recorrido, ni por unir dos localidades de dos países diferentes, ni porque la gane Chema Martínez ni porque la organice Nike. Esta carrera es muy hermosa por otro motivo.
Si la carrera tiene veinte kilómetros de longitud, hay gente animando durante todo el recorrido. Todo. En la salida hay mucha gente aunque un tanto fríos. Se ve que, por influencia francesa, son tan señoriales que apenas aplauden salvo los proetarras que reivindicaban con sus pancartas y sus fotos el acercamiento de los presos. Esos sí que gritaban. El resto apenas aplaudía, aunque estaban. El pasillo humano que rodea la carrera se hace muy bullicioso subiendo el puerto ese que empieza por G y ya no para de ser bullanguero hasta la entrada a San Sebastián, en que aquello es ya inenarrable. Eso no es animar. Eso es otra cosa. No es un pasillo. Son filas de cuatro o cinco personas jaleándote a izquierda y derecha. La subida a Mirakruz incluso me molestó, pues el pasillo que dejaban era muy estrecho y yo iba como un tiro y tuve que subirlo en zigzag, pero no me importó. Todo lo contrario. Y de ahí hasta meta, que eran tres kilómetros, ni tocas el suelo. Vas volando. Te llevan volando. Y gente que pasó por allí media hora después me comentaba que es así durante todo el rato que dura la carrera, que allí no va nadie hasta que pasa el coche escoba. Tremendo. Tremendo.
Yo hice un carrerón. Tenía miedo a dejarme arrastrar por el ambiente. Tenía miedo de los desniveles, de las dos tachuelas. No tenía el cuerpo para farolillos por culpa de mi mala cabeza. Los diez primeros kilómetros fui regulando, muy inseguro. A partir del diez, barra libre. El Zepporro Volador. Bueno, voladorcejo. Volví a correr por debajo de cuatro y quedé el setecientos cincuenta y tantos. Y disfruté como pocas veces. En realidad disfruté como nunca.
Al cruzar la meta vi que estaban entrevistando a Olano y, al pasar por su lado, le toqué la chepa (uno doce hizo el cabrón. Uno veinte hice yo) incrementando mi colección de chepas ilustres palpadas por cualquiera de mis manos (Miroslav Djukic, Martín Fiz y Abraham Olano). Por allí estaba también Luis Enrique (tu hijo es de Amunike) que hizo uno dieciocho pero a este no le vi.
Aunque sea estúpido el comparar, no puedo dejar de hacerlo. La San Silvestre es fabulosa. La Behobia es…otra cosa. Supongo que volveré. No todos los años pues cae un pelín lejos de Valencia, pero volveré. Y si alguna vez en mi vida consigo hacer un prosélito en esto de correr lo empujaré para que viva cualquiera de estas dos carreras, que correr no es sólo uno de los mayores placeres solitarios (y aquí el que haga un chiste me lo crujo, que me estoy poniendo emotivo), que correr no es de raros o de gilipollas, que alguna vez el que corre es el protagonista de una gran fiesta y eso merece muchísimo la pena el vivirlo. Así que, prosélito mío, donde quiera que estés y si es que existes, toma buena nota.
12 noviembre 2007
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13 comentarios:
Quién me iba a decir a mí hace un año que algo así me daría cierta envidia... pues sí, me la da. De momento me satisface decir que ya soy capaz de correr (despacio) casi una hora sin parar (y sin vomitar). Entre otras cosas por tu malvada influencia. Quién me lo iba a decir.
Enhorabuena por tu clasificación y gracias por contarnos, conozco un poco San Sebastián y me he imaginado allí en medio feliz, aunque del lado de los que aplauden y animan, mejor. Decididamente he de cambiar las vacaciones, a ver si alguna vez acierto a estar en una de esas escenas que cuentas y ya no me das tanta envidia. Igual en la próxima San Silvestre...
yo tambien estaria en el lado de los que animan, pues pese a tu malvada influencia en muchas cosas aun no me ha dado por correr...muy chulo el relato, me emocionas a mi tambien.
Si aguantas una hora sin parar estás preparado para otras metas. Ya está abierta la inscripción para la San Silvestre. La cierran a los veinticinco mil inscritos y suelen tardar poco en cerrarla. Y me alegro por mi malvada influencia.
Tengo pendiente escribir más cosas sobre San Sebastián. Creo que esa ciudad es maravillosa cualquier día del año o, al menos, así me lo parece cada vez que voy. Y ya he estado unas cuantas veces. Y si estáis del lado de los que animan siempre es de agradecer. Por cierto, Slim, van a cambiar el recorrido del maratón de Valencia. Cuando lo tenga claro ya te diré el sitio más cercano a tu casa del circuito. Te espero con tu pancarta.
Por cierto, Imán. Acércate un año al maratón de Berlín. Allí son más de treinta mil corriendo.
Yo aguanto, malamente, una hora. Proselitízame si puedes.
Gorras, a ti te reservo para la Volta a Peu. Es en mayo. Tienes tiempo.
Si aguantas una hora sin parar estás preparado para otras metas...
¿Pero cómo pretendes que me reprima ante esto?
Anda, crújeme.
Una vez estuvimos 60 insomnes e ininterrumpidas horas delante de un ordenador. ¿Está Nos también preparado para otras metas?
No te reprimas, Pi. Haz una redacción de quinientas palabras cuyo tema sea: si aguantas una hora sin parar estás preparado para otras metas. Si el resultado no está a la altura, serás crujida sin piedad.
Gandul, tus metas son inescrutables para el resto de los mortales.
A ver si me animo y me apunto a la San Silvestre Vallecana.
un abrazo.
Y que bonita es San Sebastian!!! Aissss!!!
Tendré que cronometrarme... ¿una hora es lo que hay que aguantar? ¿qué metas son esas que estás pensando querida Pi? metas, ¿segunda persona subjuntivo singular? ¿sustantivo plural?
Paco, hay que aguantar diez kilómetros. Lo del ritmo es cosa tuya.
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