25 septiembre 2006

La famélica legión

La idea es de Merce, pero me la apropio.

Hay gente, y no son ni uno ni dos, que pagan verdaderos pastones por ir a una de esas clínicas para adelgazar. Podríamos crear un centro de adelgazamiento a ver si nos forramos y podemos dedicarnos a la holganza y, paradójicamente, a la pitanza.

La clínica la instalaríamos en los Calpes de Arenoso, pequeña pedanía situada en la provincia de Castellón en el límite con Teruel. Paisaje privilegiado de temperaturas extremas, bastante apartado del mundanal ruido mientras no terminen el tramo de autovía entre Segorbe y Sarrión, y más si Maroto no te indica que los carteles de desvío por obras que hay en la carretera ya están obsoletos, pudiéndote ahorrar veinte minutos de curvas muy cerradas.

El mentado Maroto, con su gran noción de la dimensión, se encargará de la confección de los menús o menúes. A las variables número de comensales y comidas a realizar añadirá un coeficiente de minoración de 0,3 resultando unos menús o menúes que habrían de resultarle frugales al mismísimo Mahatma Gandhi, quizá demasiado frugales incluso para gente que paga por pasar hambre, pero a ver quién discute a Maroto. (Podríamos contarle el chiste aquel del gitano que cada día le daba de comer un poco menos a su mula para así ahorrar. El final del chiste es el gitano gritando -ahora que ya había aprendido a no comer, ahora va la mula y se muere. No hace falta que sea gitano, pero a mí me lo contaron tal que así y yo respeto mis fuentes).

Las actividades físicas a realizar pasan única y exclusivamente por eternas partidas de frontón salpicadas con los constantes paseos a buscar las pelotas que se mandan por error o hastío detrás del mismo al quinto pino. Estos paseos forman parte de la terapia así como colar alguna pelota dentro del Centro de Salud, que obliga a saltar una tapia con una gracilidad que ni los "Doce del patíbulo".

Otra actividad física a realizar, aunque ésta es puramente estacional, es la recogida de la almendra o almendruco. Sirve, además, como hermanamiento con la madre naturaleza y como elemento de solidadaridad con el duro trabajo a la intemperie. No estaría de más contratar un publirreportaje en el Hola a veinte páginas donde Penélope Cruz, con gestos terriblemente compungidos y de enorme dolor y solidaridad, diera más realce y dramatismo a este trabajo, tan vilipendiado por los vendimiadores, que ellos sí que pencan. La temporada de la recogida de la almendra subiríamos las tarifas un doscientos por cien.

En los momentos de relajo entre las distintas actividades se podrían organizar charlas. Maroto disertaría sobre el esfuerzo en equipo y dividiría a los asistentes en rojos, verdes, amarillos y azules según sean introvertidos o extrovertidos, fríos o pasionales. La Torrija podría amenizar a la parroquia contando con pelos y señales ese penalti que tiró con el exterior del pie y que entró tocando la base del poste y que todavía no alcanza a entender como pudo meterlo.

Belén, Merce, el Zepporro, las primas de Maroto y toda la chiquillería funcionaríamos como atrezzo, para dar un ambiente más familiar a todo aquello. Además, como fuente de ingresos alternativos, venderíamos clandestinamente camisetas con la leyenda: "yo también odio a Maroto".

Y es que este Maroto nos hará ganar el cielo.

2 comentarios:

Tomoya I dijo...

Ya veo que lo pasasteis estupendamente y que Maroto, ese hombre, no desfallece. Me lo imagino y se me ponen "los pelos de gallina" como decía aquel.
Pues yo aquí, tan rebién, aplaudiendo a las ciclistas y viendo con Larry y un bocadillo de esgarraet el partido del Camp Nou.

Zar Polosco dijo...

Siempre te pierdes lo mejor. Vas segregando saliva esperando una torrá con sus longanizas, sus choricillos, sus chuletas, sus morcillas y su forro de cabeza, y te vuelves con una ensaladita y un plato de pasta. Que te lo cuente la Torrija, que tiene más gracia.