25 septiembre 2006

Parroquianos

Bueno, el Sevilla nos dio un sobo de no te menees. Con once y con diez. Cuando se quedaron con nueve pues ya no tuvimos más remedio que ganar el partido. Y, si miramos la clasificación, pues estamos ahí arriba, a un punto de los primeros. Y otra vez eufóricos, este año sí y nos comemos el mundo y que si Champions y que si tal.

Pocas oportunidades tenemos de dar botes, pero ayer, cuando terminó el partido, yo estaba disgustado. No lo veo claro, no.

Me reservo mi euforia para el fin de semana que viene, a ver si, de una puñetera vez, le zurramos la badana a los putos vikingos como corresponde y como se merecen. Para ganar el partido basta con dejar sentados a Costinha, a Luccin y a Torres, que cada vez que ve una camiseta del Mandril desaparece. Y el Madrid no es nadie. Nosotros tampoco, pero ya nos toca que vamos siempre al Cuernabéu a que rían de nosotros.

No le tengo mucha simpatía a Rafa Nadal. Me recuerda al Julay José Iglesias, pero en más tonto, si es que eso es posible. Aunque este fin de semana se ha portado. Y tendré que agradecérselo.

Y Valverde se lleva su tercera medalla de un Mundial. Y ninguna de oro. Más jodido debe estar Zabel. Se retirará con no sé cuantos podios y ningún oro. Pobre hombre. Y es que Bettini, aparte de italiano, es buenísimo. Bettini, Zabel y Valverde. Oro molido.

Y Europa ganó la Ryder. No es que el golf me lleve por el camino de la amargura, pero me recuerda aquellos domingos por la tarde de Estadio 2 sufriendo junto a mi padre tragándonos la Ryder, que es muy divertida. Últimamente, no hay color.
Pobres yanquis. No huelen la Copa América, no huelen la Ryder, no llegan a las finales en baloncesto. Se desmorona el imperio.

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