20 junio 2006

Quedan cinco

Se ve que no va a ser fácil. Y con nuestra moral de cristal, menos todavía. Tampoco podemos confiar mucho en quien nos ha defraudado siempre, pero somos así de ingenuos o estamos muy necesitados de un alegrón.

Pues eso, sufrimos pero ganamos, con Torres haciendo de las suyas y no es un cumplido. Regalamos un gol y a padecer. Cuando yo jugaba al fútbol en el legendario "Patá i avant" o "Patada a seguir" (nunca el nombre de un equipo definió mejor su estilo de juego), siendo como éramos una banda, si plantábamos el autobús parecíamos numantinos. Lo malo es que no teníamos portero y por ahí venían nuestros disgustos. Y es que el fútbol es así, son once contra once, no queremos que nos regalen nada pero tampoco que nos lo quiten y no hay enemigo pequeño, pues hasta el más tonto hace relojes y te roba la cartera y lo peor no es perder sino la cara de tonto que se te queda pues los partidos duran noventa minutos y hasta el rabo todo es toro y lo importante es mantener la portería a cero y, luego, con el apoyo incondicional de nuestro público, ese jugador número doce, no cabe duda de que podremos dar una alegría a la afición, o al menos sudaremos la camiseta.

Bueno. Seis puntos. Y podemos ganar porque mi hijo y yo formamos una entente infalible contra cualquier maldición. Somos talismanes. Él a mi derecha, mirándome asustado y luego partiéndose de risa cuando lo abrazo y lo levanto mientras gritamos gol los dos juntos. Ay, qué mal ejemplo y qué mal padre soy, inoculándole el veneno de la Selección para hacerle un desgraciado toda su vida. Prometo dejarle al margen del Atleti. Quiero demasiado a mi hijo como para no apartarle de este amargo cáliz.

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