Dentro de un rato me iré a nadar. Es algo que hago bastante menos de lo que me gustaría. A lo mejor, y según la temporada, una o dos veces por quincena. Además, y como tío de ciencias que soy, nado de manera cuadriculada: sesenta largos, quince de los cuales a braza y el resto a estilo libre. Ni uno más, ni uno menos.
Pero nadar está lleno de matices. No es, en absoluto, aburrido. Y menos para un miope como yo. Con la cabeza bajo el agua, todo ser humano con el que te cruzas con un bañador de cuerpo entero es una verdadera nínfula, una sirena que sutilmente aletea para deleite de los sentidos. Ora boca arriba, ora boca abajo todas ellas son como Mónica Bellucci (por cierto, he consultado en el google para ver como se escribía Bellucci y, ya que estaba, he entrado en su página web. Tiene casi cuatro millones de entradas, como mi blog. Pero no es el número de entradas lo que más me ha llamado la atención) ¿Dónde estaba? Esto.., que Bellucci, sí. Bellucci. Todas. Nadar es muy bonito.
(Suspiro)
He perdido el oremus. Yo tenía pensado rematar diciendo que nadando volvía a mis orígenes, que, al fin y al cabo, mi primer amor fueron las componentes del relevo de cuatro por cien libre de la DDR en Montreal 76, con Kornelia Ender a la cabeza, tan grácil, tan pizpireta, tan hormonada. Pero no estoy en lo que tengo que estar. Estoy poseído por el espíritu de José Luis López Vázquez, ese hombre.
02 marzo 2006
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario