Alena

Todos los días recibo unos cuantos correos preocupados por mi vigor sexual y por la longitud de mi chufa. A tal efecto, de haber hecho caso a cada uno de los correos que he recibido, podría llenar la plaza de Tiannanmen de contenedores repletos de pastillitas azules o similares y mi chufa podría dar varias veces la vuelta al mundo. No creo ser el único que recibe este tipo de correos, así que no descubro la pólvora.

Pero últimamente he recibido correos de eslavas ofreciéndose, y no creo que sea a mí únicamente por muy Zar que yo sea. La primera carta que recibí me llamó la atención. Luego he recibido unas cuantas y, comentándolo con Zente Gandul Sagaz, por lo visto es práctica habitual. Estas mujeres buscan obtener la nacionalidad y, directamente, se ofrecen. No engañan a nadie. Busco alguien con quien casarme. Son tres años. Durante ese tiempo soy toda tuya. Te envío fotos para que veas que no soy un adefesio. También te envío mi currículum donde verás que soy experta en fisión nuclear. A partir de los tres años, o cuando haya obtenido la nacionalidad, renegociamos. Si hay amor o algo parecido o nos interesa seguir juntos, adelante, si no here peace and, after, glory.

Y aquí es donde me quedo clavado. ¿Hago una entrada de denuncia? ¿Hago un escrito lamentándome por el mundo en que vivimos y porque estas cosas sucedan? ¿Achaco a la condición humana las desigualdades, las diferencias y las injusticias y me quedo tan ancho? ¿Busco soluciones? ¿Culpo a los poderosos y me salgo por la tangente? ¿Me caso con cuatro rusas (es un suponer, Ana) y las tramito la nacionalidad sin ninguna contraprestación, por muy difícil que resultase? ¿Me quedo, como casi siempre, en tierra de nadie, tirando la piedra y mirando las ondas que se puedan crear con la mano bien escondida? ¿Pongo caras de profunda consternación y hago pucheros con mi perfil bueno cual si fuese mediático y estuviese en un programa solidario televisivo? ¿Hago anuncios como el de “Anesvad” para luego quedarme con la pasta y convertirlo en “Anesbank”? ¿Dónde fijamos el límite para impresionarnos, para indignarnos, para escandalizarnos, para sobrecogernos, para ofendernos? ¿Cuántos raseros necesitamos: uno, varios, infinitos o ninguno?