El castillo de Belmonte no es el más bonito del mundo, pero casi. Los que somos belmonteños de nacimiento, de adopción o, como es mi caso, porque parte de nuestras raíces están allí, lo llevamos en el alma. Poco hacemos por él, es cierto, salvo quererlo y emocionarnos cada vez que hablamos de él o lo vemos, pero poco más. Tampoco sé que podríamos hacer por él, dentro de nuestras posibilidades.
El castillo, por supuesto, es monumento histórico artístico y no sé cuantas cosas. También es privado. Pertenece al Duque de Peñaranda y ahí lo tiene, deteriorándose por momentos. Siempre me pregunto qué vale un castillo y siempre me respondo que vale infinito y cero. Infinito por su valor sentimental, artístico e histórico. Cero si no le sacas rendimiento económico. O negativo, porque se convierte en una carga. Yo he visitado los castillos de Játiva, de Javier y de Olite y lo tienen muy bien organizado. El de Belmonte es un desastre. Visitas recibe muchas, pero el castillo, por dentro, está sucio y semiabandonado. Muchos aposentos están cerrados porque amenazan ruina. Yo hace muchos años que no entro porque se me cae el alma a los pies. Para postre había, no sé si sigue, un guía que no sabía ni hablar que repetía con parsimonia y soniquete siempre la misma cantinela, regocijándose al llegar a una habitación octogonal donde, decía, el Marqués de Villena consumaba el derecho de pernada y cuyo techo giraba sonando unas campanillas. Vamos a ver, hombre de Dios, ¿cómo va a girar un techo octogonal? ¿Usted ve que ese techo se pueda levantar? ¿No? ¿Usted se piensa que todo el mundo es tan simple como usted? Pues entonces.
Seguimos. Ante esta situación no cabía más que indignarse y empezar a levantar la voz. Hace dos años el pueblo llegó a celebrar una manifestación y, mira, 3`14, algunas veces las protestas surten efecto. El propietario se acordó de que tenía un castillo y parece ser que ha recapacitado y se ha llegado al comienzo de la que puede ser la solución. La propiedad, representada por un pavo que sale en las revistas del corazón porque sirvió de tapadera al príncipe con el tema del embarazo de la Sartorius y que se tira ahora a una de las Chávarri, o a todas, no sé, cede el castillo al pueblo a través de su ayuntamiento por un tiempo de setenta y cinco años. Se crea una sociedad para la gestión del castillo con la intención de enfocarlo como centro cultural, local de congresos, restaurante y más cosas por el estilo constituida y presidida por la propiedad donde participa también el ayuntamiento. Al estar el castillo en manos de su consistorio, la Junta de Comunidades puede conceder y concede una subvención de trescientos millones (yo siempre en pesetas) para la rehabilitación. A mí se me hacen pocos, pero si hubiera desviaciones presupuestarias no creo que fuese problema, pagando con dinero público, claro. Suerte tendrá la Junta si el arquitecto responsable de la rehabilitación no es el genio supergenio más que genio de puro genio que es es un genio Santiago Calatrava pues el incremento sería por mil. Así igual sólo es por diez.
Así pues, el tema del castillo parece enfilado, lo cual es una buena noticia. Las perspectivas de aquella zona parecen aclararse enfocadas hacia el sector terciario, dada la ruina que supone ya la agricultura y la inexistencia absoluta de industria, aunque esto será lo habitual a partir de ahora en todas partes, ya que occidente dejará de producir de aquí a nada. Los chinos van a producir para todos. Pero sólo parecen aclararse.
Se ha creado una pomposamente llamada “Ruta de Don Quijote” (cómo no) que ha sido incluida en la red europea de rutas. Yo estoy encantado, pues han dejado unas pistas cojonudas con apeaderos en cada pueblo donde hay fuentes que para correr son fenomenales. Pero jamás me he encontrado con un peregrino. Van a crear también una red de ventas, la primera a ejecutar en Belmonte, para potenciar la zona. Está a punto de inaugurarse, en Belmonte también, el primer hotel de cinco estrellas de la provincia de Cuenca. Es cierto que cada vez se ven más turistas dando vueltas, viene más gente a visitar el castillo, la colegiata y el resto del pueblo. Pero vienen, se dan una vuelta, y se van a Mota o al Toboso o a Cuenca. ¿Cuánta gente tiene que venir para dar de comer a un pueblo de tres mil personas? El castillo es muy bonito, pero no creo que pueda generar para mantener a más de dos familias. La gente no va a venir a Belmonte a pasar temporadas. Vendrá, lo verá y se irá. Ójala el turismo se convierta en el gran mirlo blanco que saque del ostracismo a toda aquella zona y la devuelva a esplendores pasados. Pero lo dudo mucho. Y lo dudo pensando en la propia capacidad de iniciativa y en la mentalidad de los autóctonos. Ójala me equivoque.
24 marzo 2007
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4 comentarios:
Campos de golf, lo que hace falta son campos de golf. ¿O quizás un poco de hípica?
GaNDuL SaGaZ, Señor del Sie7e
Yo lo rehabilitaría como en el S XIX y ofrecería estancias como si se hiciera un viaje al pasado. El visitante debería abandonar todas sus pertenencias al entrar y vestir y vivir como en la época. Organizando actividades basadas en un juego de rol (Obviamente desde la posición privilegiada de la que gozaban los propietarios de dicho castillo...) Así te aseguro que más de uno pernoctaba
Un hipódromo para hipocampos en el final de la Mancha. Esa sería la solución.
Lo de abandonar todas sus pertenencias igual retraía a alguno. Déjalo todo y sígueme, que vamos a pernoctar al castillo de Belmonte. Y, ¿mañana? Que salga el sol por Antequera.
Desde luego sería un viaje al pasado, ya me veo sentado en un orinal como cuando Shub-Niggurath me veía la cara de esfuerzo y demasiado silencioso. jijiji
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