Hace tiempo que no doy la matraca con mis correrías, pero no hay bien ni mal que mucho dure, siempre y cuando aclaremos qué es el bien y qué es el mal, que no procede ahora. O sí.
Comienza la cuenta atrás. Cada vez que preparo un maratón, las diez últimas semanas están marcadas a fuego. En estas diez semanas subo a setenta de promedio, corriendo cinco o seis días semanales, y hago mis largos, un treinta y dos veinticincos. También quiero correr la media de Ribarroja y dos carreras más en Massamagrell y Pobla de Vallbona (quince y dieciséis). Tengo mi hoja Excel preparada con el plan, que, por supuesto, iré modificando constantemente, pero al final los kilómetros tienen que cuadrar. El veintidós de abril es el día. Será en Madrid.
Escribo esta entrada, aparte de por mi naturaleza narcisista y exhibicionista, para ir dejando referentes para estimularme. Dejar constancia escrita de algo parece que obligue más. Estas diez semanas son como la mili y otras cosas, largas y duras. En las dos últimas maratones que corrí, en Valencia las dos, estas semanas discurrieron en pleno invierno. Esta vez cogeré algo de primavera, el cambio de hora además que los días ya van alargando. Espero sea más fácil. Ahora sólo me falta vencer la resistencia de mi hijo, que siempre me dice cuando entro en casa - a correr, papá, no. ¿Vale? Luego habré de portarme bien con Pi para que no me castigue sin salir a correr y vencer las tentaciones que el diablo aliado con Ana me tiende, cuando llego de trabajar y tengo unos tremendos bocadillos preparados y empiezo a salivar y a ver quien se baja a correr, que hoy hace aire y, además, un día es un día y, total, ganar no voy a ganar, así que, venga, me comeré el bocadillo y mañana ya veremos. Y es en estos casos cuando miro hacia el otro lado y el angelito bueno, en vez de decirme, venga, a correr, te lo has propuesto, tienes que ser fuerte, dice, joder, si tiene queso fundido. Sería una pena que se enfriase. Entonces tendré que asirme a algo. Tengo que correr. Lo escribí en el blog. Tengo que bajar de tres horas. Y en mi mente empezará a sonar la música de “Carros de fuego” y mis ojos se quedarán fijos en el infinito y creo que estoy empezando a desbarrar.
11 febrero 2007
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4 comentarios:
No te preocupes por el desbarramiento del final, todo el mensaje en sí es un total desbarramiento.
Sentado en una silla y aunque no sirva de mucho tan solo puede decir: "¡Ánimo! ¡Ánimo!"
GaNDuL SaGaZ
P.D. Que majo pequeño Carlos.
Bueno, veo que se donde tocarte la fibra para futuros castigos.
Pero haciendo ejercicio de mi maquiavélica y retorcida mentalidad femenina, he pensado que en próximas penalizaciones, lo más duro sería, no prohibirte salir a correr (eso sólo fomenta más tu deseo por una de tus aficiones favoritas), obligarte a engullir uno de esos suculentos bocatas que te prepara Ana (Un altar han de crear para este pedazo de mujer que tienes), y luego "obligarte" a salir a correr mientras tu peque te saluda desde la ventana entre pucheritos. Ni Alex en La naranja mecánica podría haberse resistido a esto.
}:] <---Se supone que es una cara demoníaca...
Yo este mes ya he corrido tres veces. Sin nadie armado detrás, me refiero.
Elbé, te espero en la San Silvestre.
Sí que es majo el pequeño Carlos. Y sí que habrá que levantarle un altar a Ana. Y otro a mí, no os creáis, que la vida matrimonial tiene sus cosas.
Pi, si tu castigo me origina problemas gástricos, prometo enviarte publireportaje de los resultados. Así podrás deducir de qué era el bocadillo.
Y qué susto me ha dado tu cara demoniaca. Prefiero muerte.
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