Hoy voy a resultar muy previsible, pero es que no puede ser de otra manera.
Si hay algo verdaderamente aburrido son los festivales navideños o de fin de curso de los críos. Unos profesores voluntariosos tratando de animar y de hacerse obedecer por las criaturas, que están muy graciosamente vestidas y mirando a todas partes ajenas a lo que les rodea, y un montón de padres cámara en mano y sonrisa estúpida en la cara sin perder detalle de lo que allí acontece. Para alguien de fuera, lo dicho, algo muy aburrido y un tanto de vergüenza ajena.
Ayer tuve que asistir a uno de esos festivales. Llegué tarde, me senté detrás, y empecé a mirar a los niños hacer monerías. Te entretienes un rato, son graciosetes pero vistos unos vistos todos, y ya pues me dediqué a observar a las profesoras y a los padres, especialmente a las madres, al principio por curiosidad y al final por placer estético. Bueno, pasando el rato.
En éstas estaba cuando salió mi hijo al escenario.
Inenarrable. Se me puso un nudo en la garganta. Me levanté y, atropellando a todo el que se me puso por delante, me planté en primera fila cámara en ristre embelesado, y, con las mejillas surcadas por lagrimones, me dediqué a observar las evoluciones del crío. No hace falta que os diga cómo llena el escenario, qué grandeza de movimientos. Si no hacía ni puto caso de la profesora es porque es un alma libre que siente el arte a su manera y lo expresa con naturalidad, con gracilidad, con su personalidad rotunda y plena de matices. Qué talento, Dios mío. Qué talento.
Y cuando estaba deleitándome en el éxtasis me percaté que yo era peor que el resto de padres sobre los que había estado ironizando y, francamente, me importó tres narices, porque mi hijo no es como los demás, mi hijo es... otra cosa. Y, si no, preguntádselo a Ana, que se hinchó a llorar y se rompió las manos a aplaudir.
Y el caso, cuando ya terminó todo y nos fuimos para casa, como el tío estaba rebotado no paraba de dar por saco, y yo se lo perdonaba porque no podía separar de él el aura que lo rodeaba, el halo de atractivo que el escenario produce. Y, mientras le ponía el pijama, pensaba que estaba ayudando a ponerse su batín a David Niven.
Sí que somos tontos los padres, sí. Pero qué bien nos lo pasamos. Y con qué poco.
20 diciembre 2006
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
8 comentarios:
Hasta que uno no es padre, supongo no sabe lo que es eso. Así pues, y aprovechando mi condición de "recién casado", seguiré ironizando y mirándote boquiabierto y cabizbajo por tus extraños comportamientos.
Recuérdame que jamás te acompañe a ninguna de esas representaciones... solo se me ocurre pensar... que triste es el ser humano.
Otra esperanza de que la generación de los hijos de los del 66 sea diferente, frustrada. Menos mal que quedan Marta y Carlitos.
Muy buena esa asociación de ideas con el batín de David Niven, Zepporro.
Al respecto de Niven hay una historia muy interesante. Su primera mujer, Prímula Susan Rollo, su nombre (¡qué nombre!), murió a los 28 años cuando jugaban a una especie de escondite en casa de Clark Gable. Prímula Susan Rollo cayó por las escaleras y falleció casi en el acto.
Jo, con ese nombre no deberia ni haber nacido la Primula esa.
Alguien dijo que la escena más terrorifica de "El sexto sentido" es esa en la que empieza la función infantil y ZAS todo el mundo saca la cámara.
Jo, contado así dan ganas de tener un niño. ¡Yo también quiero un David Niven!
No, espera, ¡pero qué estoy diciendo!
¿Y si me sale un Boris Karloff?
Vale, Zar, adivina a que acto he asistido hoy... Cambiando festival por belén viviente repartidos a lo largo de un recorrido por los patios de las casas de los alrededores de la escuela, tu post ha sido un reflejo de mi babeante cara y cámara en mano... :S
Persiguiendo la cola de corderitos de P3 que desfilaban me sentía como un paparazzi a la caza de La Foto. Respecto a los otros padres, lejos de estar en sintonización por el sentimiento compartido hacia nuestros retoños, nos agalopábamos, codazos incluídos si fuera necesario, por alcanzar esa tan ansiada primera fila...
Los toros se ven mejor desde la barrera... Y sí, si no eres padre este es un espectáculo suporífero, y sí, también, si eres padre te transformas en una especie de bestia salvaje capaz de matar por la protección de tu estirpe.
nosotros nos apuntamos a la Comision de Culturales del colegio.
el primer año hicimos unos "juegos piratas" para los chavales, con asistencia de los padres.
y acabe ronca y cabreada, no por los niños, sino por discutir y chillar a esas "personas" que luego encima no paraban de criticar.
lo siento pero el especimen "padre de Infantil" no lo aguanto (al menos los de mi colegio).
a partir de entonces hemos hecho teatro, circo, juegos pero SOLO PARA NIÑOS.Y mis nervios y mis cuerdas vocales lo agradecen.
Por partes.
A todos los que no tenéis niños acudid a uno de estos saraos sólo si teneís alguna pena o culpa por expiar o purgar. Vamos, como penitencia.
Torrija, no disimules, que el otro día te vi babeando viendo a tus chiquillos patinar como lo haría Chiquito de la Calzada.
Lo del Sexto Sentido es cierto.
Prímula Susan Rollo. Qué gran nombre. Lo malo de morir jugando al escondite a los veintiocho años, aunque fuese en casa de Clark Gable, es que, en tu funeral, dos llorarían y cinco mil se descojonarían.
Y, David Niven, bueno. Boris Karloff, vale. pero ¿Carmen de Mairena?... no sé yo.
Bonita imagen. Los lobos de los padres protegiendo a un tierno rebaño de corderitos.
Slim. Padre de artista. Padre de deportista. Toda mi vida jugando al fútbol me ha dado para ver a muchos padres histéricos porque a su hijo no lo sacaban, porque no le pasaban, porque le habían dado una patada, o rugiendo a su hijo porque había fallado un pase o un gol. Espero no ser nunca como ellos, aunque reconozco que el otro día me asusté.
Publicar un comentario