07 noviembre 2006

Cien días

Con la intención de hacer balance de los primeros cien días, cincuenta arriba, cincuenta abajo, del Gorras en su retorno a la Presidencia de la República Serenísima de la Gran Medusa, hagamos primero mención de todas las decisiones tomadas, de todas las actividades emprendidas por el Presidente durante dicho periodo de tiempo. La relación de las mismas es la siguiente:






















Muy bien, Gorras. Para qué vas a dejar mal a tu partido, los "Ni Chapa Boys".

Que sepas que el Zepporro está muy tranquilo entre sus arcanos, pero el Cuerpo Diplomático se empieza a agitar. Comienzan las murmuraciones. La gente habla, dice cosas.

El Zepporro, y no es por comparar, en sus primeros cien días de gobierno ya había ordenado el cambio de nombre de las principales vías, había prohibido a los Dire Straits y "La tormenta de hielo", había sofocado las revueltas seccionando los tendones de los principales elementos díscolos, había obligado a cortarse el pelo a todos los zurdos y a escuchar en todos los colegios al inicio de las clases el "Try a little tenderness", versión de Otis Redding, había reivindicado la Gimnasia Sueca y, coincidiendo con las señales horarias, la gente se tiraba al suelo y hacía cien abdominales y veinte flexiones, había establecido por Decreto el ir cambiando la República de hemisferio para que siempre fuese otoño e invierno, había adelantado los relojes veintitrés minutos no mes que per fotre y había puesto la efigie de su codo en sellos y monedas.

Qué gran Presidente, Zepporro Máximo.

¿Y tú, Gorras? ¿Y tú, qué?

6 comentarios:

Tomoya I dijo...

Qué poco ha durado la frágil pose de tu "paso atrás", el reconocimiento de que tu "tiempo había pasado". Eres incapaz de concentrarte en tus arcanos marmitenses, te es insuficiente el escandalosamente ubérrimo "Sueldo vitalicio para ex-Presidentes" que tú mismo legislaste y que pronto borraré, con mi Tippex Presidencial, de tu Constitución de 2002, también conocida como "la Marmitona" pues se redactó bajo la inspiración del rico tintorro homónimo.
Al igual que otros narcisistas célebres que no tienen suficiente con la poda de bonsáis y las conferencias magistrales en universidades de pacotilla echas de menos el oropel, las recalificaciones de terrenos y los besamanos que ahora me pertenecen. Qué pena, qué triste, lo que pareció gallardía tornóse mezquindad.

La gente habla y dice cosas, cierto, pero no olvides que puedo reconducir fácilmente esos bisbiseos en tu contra de tal modo que acabes emplumado en el Pilón Primigenio de la Avenida de Sam Malone. No me faltarían voluntarios para ello, especialmente entre mis queridos súbditos zurdos, que lucen hogaño atractivos tirabuzones polícromos.

Que qué he hecho, te preguntas, y es risible tu pretensión de insinuar que debo dar explicaciones, aunque podría recordarte que paso revista diariamente a las cheer-leaders de los Lakers. Tú todavía te veías en la obligación de simular cierto ejercicio del poder, yo ni eso.

Viva la República y viva su Presidente Único y Vitalicio, mi querido Alto Comisionado para la luna que se quiebra sobre la tiniebla de mi soledad.

Álex dijo...

¿Y qué dices que fumáis?

Anónimo dijo...

He dejado de ser Zen. El filo de la guadaña está afilado. El Presidente Único es intocable, incriticable e inmarcesible. El ordena y yo acato. Y ejecuto.

¡Viva la Gloriosa República de la Gran Medusa!

Zar Polosco dijo...

Zepporro se despereza, desentumece sus músculos, su mirada tranquila se inyecta en odio por instantes, aparta los viejos pergaminos, se coloca el anillo erosionado por tantos besos sumisos, se viste el uniforme. Gorras de poca monta, tus días están contados.

¿Tu quoque, Torrija, fili mi?

Tomás Ortiz dijo...

A veces no hacer nada también es una forma de actuar y, sobre todo, una actitud. Y que eso provenga de un gobernante, casi es una virtud: y si lo que hubiera hecho el Gorras fuera nefasto? Casi mejor como quedó la cosa.
Saluditos apretados

Tomoya I dijo...

Ah, mi fiel y pilosa Torrija, dilecto embajador de La Serenísima en el el Reino de los Forelluts, sabía que podía contar con tu filosa guadaña, siempre presta a rebajar la altura de nuestros malevos enemigos.
Me vanaglorio de tu interesada fidelidad y quiero hacer público en este blog, que creía amigo, unos explícitos homenajes a tu persona en forma de escogidos hermanamientos de nuestra República con lugares muy queridos por ti.
Es por ello, que en mi próximo Consejo de Ministras (mi discriminación positiva de la mujer me lleva hasta el extremo de componer mi gobierno por un 100% de mujeres, escogidas con tacto de entre las anteriormente mencionadas cheer leaders), proclamaré nuestro hermanamiento con: ALDAYA, cuna del mejor delantero que vieron los tiempos, con los ALTOS DE QUINTERO y su memorable viejo Buick de los 50, y con la manzana castellonense que comprende el sacrosanto lugar de MESTRE RIPOLLÉS y sus sillones de material plástico rojo. En el mismo Consejo se encargará a algún súbdito, preferentemente zurdo, bellos rotulos dorados que en las distintas entradas a la República proclamarán los hermanamientos en tu honor concebidos.
Ello no es más que una muestra de mi gratitud con los míos y no debe confundirse con un ejercicio de poder al estilo del anterior Presidente. Acto seguido volveré a mi venerable holganza.
Y como no reciba más adhesiones que se vaya preparando el otro Embajador.