A bombo y platino

Este verano ha resultado muy productivo para mi colección de frases. Hablaba con la hermana de un amigo quien me contaba los problemas que tiene con su hija adolescente y se quejaba de la cantidad de gente que pasa por su casa a lo largo del día. -Es que no te imaginas -decía- todo el día sonando el timbre y sus amistades entrando y saliendo. Si es que mi casa parece ya un desfiladero.

Me contaba uno de Villaescusa que había estado de crucero por el Mediterráneo, y tenía previsto ir a Egipto en otoño, aunque este viaje quedaba superdotado a un posible trabajo que igual tenía que hacer. También pensaba, más adelante, acercarse a saludar al comandante Fidel, pues los camaradas están para apoyarse en los malos momentos. Lo curioso es que quería ir a saludarlo a Punta Cana. Yo le dije que mejor a Haití, que se está más tranquilito. Remató toda su perorata concluyendo que muy bonito viajar por el mundo, pero como España nada. Hacía poco había descubierto en Huesca un pueblo mediooval que le había encantado.

Y es que estos de Villaescusa son así. Nada de arquitectura, ellos se fijan en la geometría de los pueblos. Otra lugareña, que tiene una hermana casada con uno de Repsol y viven en un campo petrolífero en Libia, se acercó a visitar a su hermana y, durante su estancia, fueron recibidos en la embajada tal y como se titula esta entrada. Y porque no tenían diamantes, que si no, también. No es de extrañar que el cura parroco, durante su sermón en el día grande de las fiestas, mostrase su preocupación, dadas las actuales circunstancias, por las ovejas descarriladas. Si es que no sé a dónde vamos a ir a parar.