Anastasio Fernández Cuenca

Anoche vi "Celebrity" y, una vez más, el cabrón de Woody me dejó cavilando. Pasando por alto nuestra mierda de crisis de los cuarenta comparada con la de Kenneth Branagh (¿dónde está Charlize?), me quedo pensando en la obsesión que tenemos no sé si todos, pero sí la mayoría de los tíos por las chicas luna, el papel que interpreta Wynona en "Celebrity" o Uma Thurman en "Beautiful girls" o lo que siempre se ha conocido como la vecina del piso de al lado, valga la redundancia, esas mujeres que te ciegan y que estás deseando que te amarguen y te arruinen la vida.

Por un exceso de películas vistas, o de libros leídos, o porque soy gilipollas, me he pasado la vida buscando chicas luna, dando galones a quien no pasaba de soldado raso y deambulando de un sitio para otro emocionalmente. En realidad me resultaba divertido enamorarme e ilusionarme. Luego todo era ficticio y a la mierda (obviando el pequeño detalle de que no me comía una rosca) y a por la siguiente. Todas valían. La degradación del concepto chica luna a lo largo de mi vida ha sido tal que no sé ni como me respeto.

Porque, tirando hacia atrás, llego al principio de los tiempos, al libro que tanto marcó mi adolescencia y me temo que mi senectud llevará su marchamo: "Edad prohibida". Me he tirado toda mi vida buscando a Celia y Celia no existe. Celia, como Wynona en "Celebrity", para deslumbrar muy bien, luego no tanto. Aunque Celia era mucha Celia.

Y volvemos al concepto del amor en comparación con los fuegos artificiales, algo efectista y fugaz, algo ficticio, pura ilusión. Y nos gustan los fuegos artificiales y, cuando tiran la Nit del Foc, pensamos que estamos viviendo lo sublime. Y lo sublime dura un rato y, luego, a casa.

Y nunca sé si lo que de verdad nos gusta es engañarnos o pensar que nos gusta engañarnos. O, como otro personaje en "Celebrity", cuando todo va bien nos empeñamos en buscar la pata del lobo debajo de la piel de cordero.


P.D. Ya que he hablado de "Beautiful girls" quiero, una vez más y las que hagan falta, clamar a los cuatro vientos que nunca ha habido ni habrá ninguna mujer como Natalie Portman en esa película. Pero nunca jamás.