26 junio 2006

Charito

De mi deserción del lado cursi de la vida, sin duda la página de Charito es la que más me costó pasar y una de las que más vergüenza me produce recordar.

Charito era amiga de mi prima Mercedes. Estudiaba derecho y le gustaba pintar. Su anhelo era retirarse a Cuenca y dedicarse a plasmar sus paisajes y sus rincones. Yo era el primo poeta y entre nuestras almas de artistas surgió la simpatía y la comunicación. Vivía ella en Madrid, en un pisazo delante del Palacio de los Deportes. La chica era de familia pudiente. Muy pudiente. Pudientísima. Nuestra relación era vía postal o vía telefónica y nos pegábamos unas peroratas muy profundas y muy infantiles. Eramos tan sensibles y, por tanto, tan incomprendidos... Conforme el paso del tiempo a mí se me fueron quitando las ganas de hablar de nuestras sensaciones mientras que se me iban disparando las ganas de desabrocharle el sujetador. De acuerdo con mi educación judeo cristina me sentía terriblemente culpable y abochornado por mi cambio de intenciones, lo cual no fue obice para que empezara a dejar caer anzuelos. Pero Charito obvió mis anzuelos y siguió erre que erre con la misma cantinela. Apenas nos veíamos, la verdad y, bueno, Charito fue poco a poco desilusionándose conmigo. Yo reconozco que me fui aburriendo y empecé a mostrarme demasiado irónico y áspero hasta que, porque un año no la felicité por su cumpleaños, se hizo la digna y la ofendida y me reprochó cuanto había cambiado y cuanto la había decepcionado. Supongo que tenía razón.

Hace poco me enteré que lleva unos cuantos años en Cuenca, dedicándose a pintar. Las clases pudientes se pueden permitir ciertos privilegios. De alguna manera hemos sido fieles a nosotros mismos: ella sigue pintando, yo sigo escribiendo. Pero dudo mucho que si alguna vez entrase en este blog me reconociese. Y, si volviésemos a vernos, supongo que acabaría diciéndole que tenemos una vieja cuenta pendiente y trataría de desabrocharle el sujetador. Y ella me cruzaría la cara con esas manos de artista. Y yo me sentiría ofendido en mi lado más sensible.

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