Vivito y coceando

He vuelto. Una hora de atasco a la ida y dos a la vuelta, para que Tráfico se quede tranquilo en sus predicciones agoreras. Aquí estamos. Cinco días entre Belmonte y Villaescusa. En Belmonte, con casi todos mis sobrinos, los vascos y los valencianos. Faltaba la de Albacete. En Villaescusa, con toda la parentela de Ana, donde mi crío reina aunque por poco tiempo, que le vienen dos de golpe, un hermano y un primo. Cinco días de muy buen tiempo, con alguna que otra chaparrada, dos de las cuales me pillaron corriendo. Cinco días de procesiones, potaje, bacalao, torrijas, una fondue de queso con el primo ginebrino de Ana y la tradicional comida de Sábado Santo con toda la chiquillería y el revuelto de ajetes tiernos, perfectamente rebuscados por mí. Cinco días de cañas y un viernes por la noche con cinco energúmenos abrazados mientras una chiquilla nos vacilaba (¡Hemos ligado! ¡Hemos ligado!) segundos antes que la chiquita cogiese a una amiga y empezase a mostrarse cada vez más cariñosa con ella hasta llegar al frenesí. Y es que estas cosas pasan. Hasta en Belmonte. Cinco días con sesenta y cinco kilómetros para las piernas y las ciento setenta páginas de los "Cuentos Ucranios" de Gogol al coleto, amén de haber empezado con el "Sartoris" de Faulkner, que promete. En fin. Cinco días muy cortos. Cortísimos. He vuelto. No tengo ni los ánimos ni los aires renovados. Tengo los mismos bríos. Y eso que el Atleti ganó. A trampas, pero ganó. Conseguiremos a duras penas quedar por delante del Getafe y no ser el peor equipo de la Comunidad de Madrid. Es nuestro gran objetivo.