19 abril 2006
Sobre todo citius
Pobre Nadia Comaneci. ¿Qué no habrán hecho con ella? ¿Qué no habrán hecho y harán con todos los deportistas de alto nivel? A Carl Lewis, el que presumía de honestidad y de juego limpio, le acaban de operar pues, de tanta hormona del crecimiento que tomó, se le estaba disparando la mandíbula. Y la novia de Bekele, etíope ella, representante del último bastión de pureza en el atletismo, se muere rodando a los dieciocho años de un ataque al corazón. Lo normal. Que dejen ya la doble moral. Si aceptamos el deporte de competición, aceptemos la barra libre. Si quieres Tour, pues toma Tour. Pero no quieras Tour con arroz blanco y macarrones. El deporte no es sano. Hacer treinta y cinco mil kilómetros en bicicleta al año no es sano. Correr doscientos kilómetros semanales no es sano. El médico (y eso que son pérfidos y depravados) nunca te recetará subir al Tourmalet. Así que, barra libre. Vivan el progreso, la medicina deportiva, los laboratorios y los patrocinadores. Y el que quiera, y pueda, ser deportista de élite, que sepa dónde se mete y a por todas. Mucha tele, mucho anuncio y a vender magdalenas, camisetas o esquíes. ¿Qué más da que la palmes a los treinta y tantos, como Florence Grifith Joyner? A por tu minuto, tu año o tu lustro de gloria. ¿Qué pasaría si muriesen Induráin o Perico? ¡Si ya los tenemos amortizados! Ahora, a consumir Fernando Alonso, Alejandro Valverde, Dani Pedrosa, al gilipollas de Nadal o al inútil de Sergio García, que nunca pasa el corte y gana más de mil millones al año.
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