16 febrero 2006

Veleidoso

Después de comentarlo con el Gorras, y dadas mis ínfulas creativas y mi vanidad en expansión permanente, pensaba centrar todo mi torrente artístico en las rotondas. Si alguna vez queréis saber lo que es la belleza en estado puro, daos una vuelta por Manises hacia Ribarroja y disfrutad y sentid el síndrome de Stendhal. Con el alma saciada he pensado ¿Por qué no yo?

Henchido de gozo ante esta revelación, me he puesto manos a la obra y he comenzado a pergueñar conceptos megalómanos y disparatados que harían referencias perpetuas a todos mis iconos. Y me he frenado.

Porque he pensado ¿Y si planteo un concepto articulado en constante vehemencia, mitad fósil, mitad símil, que retrotrae y posibilita un acercamiento al caos, pero no a un caos cualquiera, sino al supracaos efervescente, tumefacto y coercitivo? ¿Y si plasmo la esencia de la Pandora remanente alterada y caleidoscópica? ¿Toda esa explosión de sensaciones no terminaría siendo conocida popularmente como la papada, el grillo, el páncreas o la gorda de la lengua?

Me he sentido humillado. Me he sentido incomprendido. Me he sentido profunda e injustamente tratado. Mi ego se ha tambaleado. Y aquí estoy, en tiempo de zozobra, en permanente lucha entre la gloria y la infamia, entre el talento y la vulgaridad tosca y zafia. Soy el Zepporro. No saben con quien están jugando.

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