Si algo me molesta del Mandril es que sus principales consumistas somos los no mandrilistas. Cuando nos juntamos la facción colchonera en Belmonte, el Atleti nos lo ventilamos es tres minutos. Nos metemos con Luccin e Ibagaza, recordamos los tiempos de Schuster y de Milinko y, hala, a hablar del Madrid. Luego mucho rajar, mucho putos vikingos pero allí estamos, discutiendo si el triple rombo o si el central envolvente es la solución.
Por lo visto, los partidos del Mandril son tan seguidos como la suma del resto de los partidos de la jornada. Cuando ganan, a tragar quina, y cuando pierden, que si mensajitos, que si correos, que si coña, que si jijiji. Y, mientras tanto, la pelota es más gorda y con el Mandril puedes comprar tres cuartos de la primera división. Cómo vamos a ganar la liga.
En realidad ya solo ganamos la liga cuando no la ganan ni el Madrid ni el Barcelona. Cuando juegan en el Nou Camp el partido del supersiglo máximo de todos los tiempos, y que todos, como gilipollas, seguimos, sólo deseo que se hunda el campo y mueran cien mil veintidós. Salvamos a los árbitros y a los utilleros, y el resto a palmarla con saña y frenesí.
A lo que iba. Hoy dimite el presidente y no habrá español que no lo comente. Hace tiempo que sólo me muevo por fobias, pero prometo que, en tema de fútbol, voy a intentar moverme sólo por filias. Voy a intentar concentrarme sólo en el Atleti. Prometo no estar pendiente, a partir de ahora, ni del Madrid ni del Barça. Prometo no hacer fuerza para que bajen a segunda ni la Real, ni el Athletic, ni el Alavés ni el Betis. Le voy a quitar toda la gracia y no voy a aguantar ni quince minutos. Me conformaría con estar dos días enteros sin hablar del Mandril. Para grandeza y universalidad, Induráin.
28 febrero 2006
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