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He estado leyendo las bases del concurso del vecino sobre la inmigración y me ha hecho gracia la foto de Perejil reseñada como el día más feliz de su vida. Y he empezado a pensar en días felices. Y han sido unos cuantos.

Dejando fuera todo lo relacionado con mi hijo, y el diez de abril y el veinticinco de mayo de 1996, fechas claves para todo colchonero, creo que los días más felices pasan por las muertes de Lady Di y Freddie Mercury (a la espera de la muerte de Elton John y de Paul McCartney. Le he comprado a Mauresmo la botella que tenía reservada para celebrar dichos eventos), por el cuatro a cero al Barça en Atenas, por la final de Copa del centenario en el Cuernabéu del Depor, la victoria de Steffi sobre Hingins en Roland Garros, cualquiera de las veces que vi a McEnroe subir a volear, Edwin Moses ganando los cuatrocientos vallas en el mundial de Roma 87, Carlos Lopes ganando el oro en Marathon en Los Ángeles, el gol de Quico (entonces se llamaba Quico), el gol de Maceda a Alemania en Francia 84, la canasta de Epi a la URSS en Francia 83, Miguel Induráin en cualquier momento de su vida, el Tour de Perico en el 88, doping incluido; cuando Pantani reventó a Ullrich y lo mandó a nueve minutos en el Tour del 98; la etapa que ganó Escartín en Alpes, creo que en el 99; cuando estoy reventado a correr y hace frío y está lloviznando y lo lejos se ve el castillo de Belmonte, y, cada día, el momento en que me voy a casa.

Por que, y ese será motivo de otro comentario, ando buscando a aquel que dijo que el trabajo ennoblece y dignifica. Lo busco para hacer jabón. Avisadme si lo veis, amigos de España.