Esmoquinqui

Algo verdaderamente interesante, cuando uno no tiene prisa, claro, porque si no resulta desesperante, es ir a hacer la compra en cualquier villa del secarral manchego y escuchar las conversaciones ajenas. Mi colección de frases se congratula cada vez que vuelvo de pasar una temporada por allí. Es muy agradable escuchar a esas madres que presumen de sus hijos: pues el mío es abogado laborista. Pues el mío tiene un negocio de importación y espuertación. O esa abuela, tan emocionada, contándole a todo el mundo lo precioso que es su nieto –tendríais que haberlo visto, tan guapo que iba él en la procesión con su esmoquinqui. O esos comentarios después del terremoto que tuvo su epicentro en Pedro Muñoz y que se sintió en toda la comarca. –Pues yo no sentí nada. –Pues yo pude sentir perfectamente las privaciones. El que no se enteró de nada fue mi marido, que estaba haciendo no sé qué y no se percató ni del terremoto ni de los gritos que le di ni de los aspavimentos que le hice. O esa otra mujer indignada porque se puso de moda entre la chavalería ir con megáfonos por todas partes –a mí no me importa que voceen con el chisme ese. Lo malo es que vengan dando la tabarra con el megafonito a horas despectivas. O la que afirmaba preferir la leche con calcio pues se notaba que estaba mucho más compactada. O la que confesaba encontrarse malísima, pues el día anterior había estado en las fiestas del pueblo de al lado –y hoy tengo una resaca como la copa de un piano. Para comprar un cartón de leche te tiras dos horas, pero compensa, ya lo creo yo que compensa.