Del fondo del olvido retorna con fuerza la única sección con etiqueta propia de todo este invento. Vuelven las letras de canciones. Hoy: la danza del apareamiento. A la hera. Los Enemigos.
Por favor: ¿El museo de Arte Contemporáneo?
Por favor: ¿El museo de Arte Contemporáneo?
Por favor: ¿El museo de Arte?
¿El museo de Arte Contemporáneo?
¿El museo de Arte
por dónde queda?
Por favor: No crea que es por amedrentarle.
Por favor: No crea que es por amedrentarle,
pero no, pero no me hable
de museos de Arte Contemporáneo,
de museos de Arte
Contemporáneo.
Ay, señora, déjese de museos de arte,
ay, señora, déjese de museos de arte
déjese de museos de Arte,
de museos de Arte Contemporáneo
y véngase conmigo
a la hera.
Vuelve esta sección sobre seguro. Los Enemigos nunca fallan. Y si he puesto hera con h es porque Josele lo escribe así. Y Josele manda.
El Gorras y yo, de la universidad de la plaza del Cedro, podríamos escribir varias tesis sobre la danza del apareamiento entre homínidos más o menos sapiens. A nivel teórico, por supuesto. A nivel práctico éramos como Clif el cartero y Norm Peterson de Cheers que, cuando una mujer les dirigía la palabra empezaban a balbucir y a emitir sonidos guturales inclasificables e incomprensibles. Cada tesis podría arrancar de cualquier supuesto, pero la conclusión sería siempre la misma, conclusión que podríamos definir como axioma del sobaco y que enunciaremos afirmando que da igual que seas guapo o feo, alto o bajo, calvo o miope. Da igual cómo te vistas, cómo te peines, lo bien que bailes o lo simpático que seas. Todo va a depender de tu sudor axilar y de su atractivo químico, bien por la testosterona, bien por otros elementos que ignoramos pero que se hacen fuertes en la pituitaria femenina creando un halo en el sujeto sudante de atractivo enorme para la oliente e incomprensible para el resto de los mortales.
El Gorras y yo, cuando ya nos habíamos contado todo lo que nos teníamos que contar (a las dos horas en plena temporada futbolera, a los quince segundos fuera de temporada) y enfilábamos nuestra tercera cerveza empezábamos a realizar nuestros trabajos de campo con el fin de confeccionar brillantes reportajes para el “National Geographic”. Las chiquitas que bailan, los chiquitos que se acercan, cómo se miran, cómo se ríen, cómo se rechazan, cómo hacen el ridículo, cómo utilizan su arsenal de frases hechas, cómo se provocan, cómo estimulan su vanidad, los orgullosos, los graciosos, los patéticos, los tímidos, los sobrados. Un espectáculo, vamos. Por supuesto que siempre tomábamos partido, viviendo intensamente éxitos y fracasos ajenos que convertíamos en propios. A veces nos daban ganas de acercarnos y hacer como si fuésemos entrenadores de boxeo, es decir, sentar al interfecto, ligeramente sonado, y aconsejarle elevando su autoestima (te la vas a follar, te la vas a follar). Otras veces nos daban ganas de lo opuesto, de desanimar al animoso apelando al último vestigio de dignidad que pueda quedarle a una persona a ciertas horas y en determinadas condiciones (ven aquí, capullo, que pareces tonto). Lo peor era cuando chiquitas que nos gustaban tonteaban con gañanes de manual. Ese momento solía ser el resorte que nos avisaba que teníamos que irnos, convirtiéndose en el tema del paseo de retorno (no lo entiendo, no lo entiendo).
Con todo, el ritual del apareamiento pierde cuando no puede ser culminado en un entorno era (o hera, para Josele). El concepto rural del amor, hermanado con la madre naturaleza, sintiendo el calor de las mieses o el frío del invierno mesetario. O tempora. O mores. Amor rural. Qué bonito. Reivindiquémoslo.
Para terminar, recordar unas bellas palabras que dijo un querido primo mío en un entorno campestre cuando nos despedíamos a las doce de la noche. Estábamos mi primo, su entonces novia y unos cuantos más. Nos preguntó por nuestras intenciones. Le contestamos que pretendíamos retirarnos a nuestros aposentos. Nos interesamos por las suyas, y el respondió que, antes de retirarse, y textualmente, pensaban pasar por un rastrojo a darse un revolcón. Su entonces novia le reprendió severamente con media sonrisa. Hubo revolcón. Varios. Y descuidados. Pasaron por la vicaría cursando visita previa al santuario de Nuestra Señora de la Panza. Amor rural. A la (h)era.
12 abril 2007
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10 comentarios:
Aqui se usa la expresión "vamonos para las palmeras" ;)
Él mágico comienzo de un párrafo con las palabras "el Gorras y yo..." garantiza ser preámbulo de una inconmensurable revelación, una guía vital para seres desorientados.
¡Qué par de teóricos! Silente y disimuladamente oteador uno, parloteante y descaradamente escrudiñador el otro. Vaya par.
Dado que pusiste nueva entrada, pretendíamos dejar en suspenso nuestro particular rifi-rafe en cuestiones musicales; pero me lo has puesto a tiro (de fusil). Presupongo fruto de tu doble personalidad y dualismo el ser culto en extremo por un lado mientras, por el otro, glorificas temas en los que se ningunea la cultura exaltando el sexo en relaciones libres y casuales. Ya dejaste claro que la cultura en tu subconsciente representa el refinado arte del sadismo y disfrute en la muerte y fusilamiento; desconocemos el motivo que puede causar tal rechazo a la cultura y al arte.
Bien es cierto que el Carmina Burana fue compuesto en la Alemania de 1937 por Carl Orff, persona que apoyó el nacionalsocialismo y dedicó a Adolf Hitler su obra; pero el texto que la compone está basado en cantos goliardos del siglo XIII (es decir, canciones de los estudiantes universitarios de aquel entonces, escritos en una mezcla de latín y alemán) en donde se critica la sociedad de la época en general y los distintos poderes que la dominaban en particular. El autor que nos ocupa compuso una singular cantata que, dejando al margen su significado tanto textual como posibles paralelismos políticos, transmite un sinfín de sentimientos al oyente con sus ritmos contundentes de aire medieval, proponiéndole un viaje a los tiempos de la vieja Europa. Rechazar el Carmina Burana por lo que fue su autor es como rechazar a Wagner porque su música sonaba en los campos de concentración alemanes. Para Nos, tanto Orff como Wagner componen un tipo de música que idealiza el espíritu de caballerosidad, honor y lealtad que hoy por hoy, y por desgracia, apenas existe. El vulgo prefiere dejar en blanco su mente e irse con la zagala a la (h)era y, si en algún momento una luz brota en su sesera, tan solo se perfila en forma de maldad aplaudida, coreada y alentada por la egoísta cultura que marca el ritmo actualmente.
A calvo ad calvum. (1)
La cultura actual… la cultura actual… un intento de acentuar nuestro YO y minimizar el NOSOTROS; que promueve y alienta el libertinaje, la locura y el pillaje. Vemos como algo normal que se censure cierta información a los menores de dieciocho años por su propia protección y, por contra, nos negamos a censurar informaciones, sugerencias, reacciones, ideas egoístas y malvadas que se publican y publicitan por doquier y hacen gran daño a aquellos que, pese a acumular decenas de años de vida tras sus espaldas, no son capaces de ver más allá de la minifalda que se contonea ante ellos. Sí, Nos está a favor de la quema de libros y no por ello nos consideramos anticultural. Esta sociedad precisa de una limpieza en profundidad, de un nuevo Mesías que les cuide, vigile y eduque. ¡Esta sociedad precisa de Nos!
Medici graviores morbos asperis remediis curant (2)
Aprovechando que todavía tengo la palabra, haré uso de ella para recomendar una de nuestras películas favoritas, Excalibur de John Boorman (1981). Película intemporal que muestra con gran profundidad y acierto las leyendas artúricas y cuya banda sonora es, precisamente, el Sigfrido de Wagner y el O Fortuna de Orff. Se recomienda tener nociones sobre la leyenda de Arturo y sus ocultos significados para su visionado.
Atentamente,
GaNDuL SaGaZ, Señor del Sie7e
(1)De calvo a calvo.
(2)Los médicos curan las enfermedades más graves con duros remedios.
Por eso cantaba Alberto Cortez aquello de "ven, que las palmeras saben de mi amor".
Como corra la voz y nos hagamos famosos, cuando salgamos la gente nos hará pasillo e iremos siempre bajo palio.
Gandul confieso que me supera en sus textos y me cuesta un horror seguirle. Pero, por seguir con la polémica, los estudiantes universitarios alemanes del siglo XII eran la mar de aburridos, que me la bufa si Carl Orff era colaboracionista o no, que "Carmina Burana" tiene la misma trascendencia y espiritualidad que "El tractor amarillo", que si quiere quemar libros, yo le indicaré unos cuantos, que donde esté un escote sobaquero que se quite la minifalda, que donde esté una falda larga levemente rasgada que se quiten todas las minifaldas, que la belleza no ha de ser compleja (la "Samba de una nota so" repite la misma nota cuarenta y tantas veces seguidas. Jobim, o rei), que te llevas a la zagala a la (h)era y, después, puedes dedicarte a contemplar las estrellas y a explicarle el porqué de los nombres de las constelaciones y a cantarle al oído "mueren ya las ilusiones del ayer que sacié con lujurioso amor".
yo creia que lo de explicar las constelaciones era el truco que venia antes de la faena. (o eso me dijeron a mi de pequeña...cuando empiece con las estrellitas...o sales corriendo o te quedas sonriendo, segun te guste mas o menos el chaval...jaja)
Bueno Slim el rollo de las estrellitas por lo menos tiene más clase que esto :)
http://youtube.com/watch?v=DokJ7IKzbGo
jaja he visto el video a trompicones (estoy de vacaciones y en casa tengo una conexion cutre) pero me he reido aunque sea a trompicones..
entre las estrellitas y ven pa'cá cordera no se con que me quedo, la verdad...jaja
Errol Finn siempre tuvo mucha clase.
Cuánto echo de menos el Informal. Aparte de por lo que me reía, por el cariño que le tenía al gran Mario Gil, en su momento teclista de "La Mode".
Cuánto echo de menos a La Mode.
Almas gemelas, sí señor.
El informal debió ser el último programa de tv que me enganchó. Sin embargo La Mode siempre me cayeron fatal, aunque alguna canción buena sí tienen.
"El eterno femenino" debería ser obligatorio. Y el mini LP de "Enfermera de noche".
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