Aniversario

Ayer, día veintitrés, se cumplió el aniversario del último día en mi vida en que ignoré qué era un blog. Hoy, veinticuatro, se cumple el primer aniversario de este blog. Enero es pródigo en efemérides: Sisterboy, 3`15, Maroto, el blog, Lucía, yo mateixo y cuatro miembros más de mi parentela más cercana.

Alguna vez ya he contado cómo surgió todo esto. El Gorras, que es un cabronazo y, sin embargo, un cabronazo, tuvo a bien hacerme este regalo con motivo de mi cuadragésimo. Durante todo este año pasado no he parado de agradecerle su presente. Creo que jamás hizo un regalo mejor en su vida. Seguro que jamás hizo un regalo tan envenenado, tan absorbente, tan divertido, tan fascinante.

Han sido unas trescientas diez entradas, la mitad de ellas sin comentarios. Siempre escribiendo por el placer de escribir, al principio sin más lectores que Lucía, Torrija, Gorras y el pobre de Zente Vicente, el hombre que más veces deja de fumar por minuto, aquí en un despacho junto al mío a quien obligaba a leerme. Ahora ya se ha enganchado y ha resultado ser un peleón sorprendente como señor del Sie7e en nuestras luchas intestinas por el poder.

El primer comentario que recibí de alguien externo fue de un madrileño, Isaac Villaykorte, que entró buscando información sobre menesianos, que habían sido rivales atléticos míos en categoría alevín. Luego, poco a poco, hasta conformar la familia actual, que espero conservar por mucho tiempo.

He pensado como regalo de aniversario explicar de donde viene lo de Zepporro, lo de Altisonante y lo de Zar Polosco, por si a alguno le interesa o le intriga levemente. No es un gran regalo, pero podría ser peor. Podría llover.

De los tiempos del colegio (ayer o anteayer) unos cuantos mantenemos la amistad, amistad que, como es fetén, durará hasta el día del juicio final y más allá (parezco Buzz Lightyear), a pesar de ciertas inquinas y rencillas varias. Todos tenemos nuestros apodos que son básicamente fonéticos, deformaciones de nuestros nombres, apellidos o apodos previos. Así pues estarían Flema Maroto, Alejo, Ojos-Ulls-Ulldecona-Ulldecorfa, Sierpe, los familiares Torrija-Mermaja-Marmita, Gorras-Gorr-Gauss-Tomoya y yo, que soy Zeppo-Zepporro-Zeppo Skywalker-Zéplix y no sé cuantas cosas más.

De las cien cintas de música variada que habré grabado en mi vida, noventa se las habré grabado al Gorras, y este siempre se quejaba de que, al escucharlas, tenía que estar pendiente del volumen pues allí no había uniformidad ninguna y sí muchos sobresaltos. Por ello, cada vez que le escribía los títulos de las canciones le ponía una entradilla de comienzo "Grabaciones altisonantes "El Zepporro..." presentan..." De ahí lo de Altisonante.

Luego viene lo de Zar Polosco. Después de leernos el "Código da Vinci" (sí, me he leído el "Código da Vinci". Podría argumentar que Ojos me obligó, pero para qué. Y, además, las cien últimas páginas cayeron de una sentada) al Gorras y a mí nos entró la fiebre por los anagramas, y Zar Polosco es un anagrama de mi nombre y mi primer apellido que al Gorras le hizo gracia. Aunque se me sigue haciendo raro, empiezo a acostumbrarme a que me llamen así. Me resulta divertido cuando me llaman Zar, a mí, que soy más de Dostoievski que de Tolstoi (toma pedantería).

Y, bueno, eso es todo por ahora. De aquí a un año espero que, al menos, los mismos estemos y seamos. Sería una bonita forma de celebrarlo.

Y mañana, más.