Ritornerò

Me voy. Igual de pobre, me temo. Comida navideña de empresa (arroz con bogavante. Mola) y, después, a mi retiro dorado villaescusero belmonteño. Nochebuena con la parentela de Ana. Nochevieja con los míos. Estaré ausente y, dado mi aislamiento gélido manchego, dudo que vuelva a escribir hasta pasado año nuevo.

Decir que me voy de vacaciones resulta un tanto irreal. Estaremos trabajando en las obras de Játiva y del Parque Tecnológico, por lo que tendré que tener el teléfono encendido. Y mi querido suegro me está esperando junto a sus preciosas setenta olivas (en realidad son sesenta y nueve, pero basta que haga mención a la cantidad exacta para que todo el mundo se quede en lo anecdótico y nadie valore mi probo e ímprobo esfuerzo invernal). Dice que este año hay, por lo menos, mil quinientos kilos de aceituna. La madre que lo parió. (Es sólo una expresión, Ana. No te pongas así).

Así que, se acaba este año. El año de Berta. El año de mi cuadragésimo. El año del blog, con todo lo que ello significa. Un año espléndido, maravilloso.

Slim, yo también estoy un tanto blandito, a pesar de mi pobreza continuada. He disfrutado mucho escribiendo y pienso seguir haciéndolo, aunque me quede sin temas, aunque me dedique a fusilar textos. Pero lo mejor ha sido conocer a este puñado de personas a los que día a día sigo, con los que casi todos los días me comunico, a los que acabo de conocer y son ya de toda y para toda la vida. Y, por supuesto, los lazos que se han reforzado, si es que ello era posible, con los de siempre. No cito nombres porque sabéis quienes sois. Os quiero. Os quiero mucho (No. No estoy imitando a Julio Iglesias. Soy así de sentimental).

Que disfrutéis y sobreviváis a estos días. Feliz Navidad. Feliz día veintiséis y sucesivos, pero Feliz Navidad.

Vuelvo en seguida.