02 noviembre 2006

Ven aquí, perrita mía

Emiten un anuncio por la tele, creo que de Renault, donde una pareja baila siempre repitiendo el mismo paso mientras se oye una voz que dice algo así como que es importante encontrar el paso que te hace quedar bien en todas partes. Cada vez que veo el anuncio, no puedo evitar recordar a las Bailongas.

Las Bailongas eran cuatro chicas de Albacete (tres de La Roda y una de Villamalea) emparentadas entre sí que compartían en Valencia piso en su época de estudiantes. Las conocimos porque una de ellas salía con Miguel, compañero de mi hermano en Agrónomos. Aquel piso se convirtió en uno de los puntos donde nos dejábamos caer José Ángel (riojano de Arnedo), Jacinto (granaíno), Marcos (burgalés), Gabi (valenciano belmonteño), mi hermano y yo. En aquella época (segunda mitad de los ochenta. Joder, como pasa el tiempo) no había botellones, asi que nos íbamos a Mercadona, juntábamos los cuatro duros que tenía cada uno, comprábamos algo de comercio y todo lo que podíamos de bebercio (fundamentales las ofertas 3x2 ó 5x3 de cerveza. Daba igual la marca. Nunca tuvimos paladar) y para el piso. Nunca nos ponían mala cara. Nunca protestaban cuando aparecíamos sin avisar y liábamos la tangana. Se ve que les hacíamos gracia, porque ninguna mostró el más mínimo interés por nosotros. Tampoco nosotros pusimos ojos tiernos, salvo Gabi, que le tiró todos los trastos habidos y por haber a una de ellas que no se dio por aludida, manteniéndose fiel a su novio, el Feo Bogart.

Cuando ya nos cansábamos del piso, pues nos íbamos de garitos. Por aquella época estaba en todo su esplendor la zona de la plaza Xuquer. A ellas las encantaba "Palancia", por lo que siempre terminábamos allí. Y era entrar, apalancarse y ponerse a bailar igual que los del anuncio. Cogían el ritmillo, el trote cochinero y así podían estar horas, ora sobre el pie derecho, ora sobre el pie izquierdo. La música les daba igual. Nosotros nos anclábamos a la barra con nuestros cubalitros rulando, de vez en cuando nos acercábamos, les ofrecíamos, ellas rechazaban y seguíamos bebiendo pues sólo bailábamos la versión de Nina Simone del "My baby just cares for me", con un sublime José Ángel desatado, el "Mambo nº 8" de Pérez Prado con una coreografía espectacularmente obscena y el "Born to be wild" de los Steppenwolf, canciones que siempre pedíamos y rara vez nos ponían, y mucho menos en "Palancia", que eran más de Mecano, Deacon Blue y otras cosas ochenteras.

Luego... como siempre. El tiempo. La diáspora. El piso de las Bailongas habrá pasado ya por quinientas manos. Miguel y Ana se casaron y se separaron al poco tiempo. La plaza Xuquer, para regocijo de sus vecinos, ya no es ni su sombra. En "Palancia" ahora hay, como no, un kebab. Y nosotros estamos cada uno en una punta de España. Pero estamos. Y somos.

5 comentarios:

g. dijo...

Me ha encantado el relato...

Zar Polosco dijo...

Bienvenido/a. Me encanta que te encante. Devolveré tu cortés visita y trataré de corresponder.

Zar Polosco dijo...

Estimado Zepporro: ¿no temes que tu relato pueda ser interpretado como un velado canto a la misoginia?

Zar Polosco dijo...

Oh, dilecto Zepporro, cuando leas entre líneas, lee también entre entre líneas.

Tomás Ortiz dijo...

Qué suerte que te recuerde algo tan divertido, aunque ahora te embargue la melancolía. A mí me recuerda metafóricamente a una antigua relación de pareja. Y lo digo porque bailáramos siempre igual, sino más bien porque todo era siempre igual...
Saluditos apretados