Hoy se cumplen veinticinco años desde que nos vinimos a vivir a Valencia. Fue un catorce de septiembre de mil novecientos ochenta y uno. Veinticinco años. En Madrid estábamos tan tranquilos, con la Transición y Tejero, cuando mi padre recibió una oferta laboral que no pudo rechazar, aunque se tiró meses dudando, y cogió a su mujer y a sus cuatro hijos y para Valencia. Teníamos los cuatro hermanos quince, catorce, doce y siete años. El primer día en Valencia fue, además, el primer día de colegio. Ciudad nueva. Colegio nuevo. Vaya primer día. Me senté con Manolín en el único sitio que quedaba libre. No era casualidad. Recuerdo a Pepe Toni, a Maroto, al Gorras y a Roberto Tortajada, que me invitó a su casa para escuchar discos de Frank Zappa. Decliné la invitación. No sabía llegar a su casa. Siquiera sabía llegar a la mía. Tampoco sabía quién era Frank Zappa. Aquel primer año fue criminal, muy duro, con mucha nostalgia. Mi padre cambió de coche y le obligamos a ir a matricularlo a Madrid. Lo pasamos mal, sí.
Veinticinco años después seguimos en Valencia mis padres y dos de los hermanos. Mi otra hermana terminará aquí. Mi hermano el donostiarra lo veo jodido que vuelva. Aquí está nuestra casa. Tengo un hijo valenciano y pronto tendré una hija que también será valenciana. Y porque Ana no quiere, que si por mí fuera se llamaría Amparo. Madrid lo pisamos poco, la verdad. Cuando voy me doy una vuelta por el Retiro, hago visitas de guiri por las Cavas y llego hasta el Palacio Real, me tomo cuatrocientas cañas con mi amigo Jose y me vuelvo echando leches. A mí Madrid ya se me escapa. En Madrid quedan pocas cosas mías y, cuando tiren el Calderón, todavía habrá menos.
Aunque mi barrio sigue siendo mi barrio. Calle Narciso Serra, junto a Menéndez Pelayo y Ciudad de Barcelona. Cine Capri y cine Granada, colegio Agustiniano. Línea treinta y dos para ir al colegio. Parada Menéndez Pelayo de metro. Y el Retiro. Sobre todo el Retiro. Cuántas horas junto a la Rosaleda. Qué habrá sido de todos aquellos chavales con los que liábamos aquellos partidos. No, si al final me emocionaré. Veinticinco años. Veinticinco años...
14 septiembre 2006
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5 comentarios:
Yo llevo quince en Castellón, en sentido amplio -contando Benicàssim y otros pueblos- y, aunque voy más a Valencia, poco queda de mi ciudad.
¿Dónde están Haros, el garito del Vocóder, el billar de Don Luro..? Y para colmo, Rita y Camps mano a mano haciendo agujeros y jodiendo el tráfico para mayor gloria de los constructores.
Qué bonito, Zar, y cuando, camino del colegio, pasábamos por el helipuerto papal, el bar Rifer, y el cauce del rio todavía con chabolas de gitanos, cantábamos el "I, me, mine".
Feliz cumpleaños, Polosco ¿o debería decir Viçentín, con tus ojos inundados de lágrimas por el carrer Micalet ante la Maredeueta?
Sólo por eso el Calderón debería seguir donde está, excelente texto.
Y aquí todo cambia, no sé dónde he leído hoy que el ser vivo más grande del mundo es la M-30.
Un saludo
Otro para ti, Pelocho. Husmearé en tus andanzas.
Yo llevo 8 en Girona y ya no se de dónde soy, ni de dónde vengo, como para saber a dónde voy... Pero se está bien por aquí, al menos, de momento. Y veo que tú andas estupendamente entre tus dos ciudades (preciosas las dos, por cierto)
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