19 mayo 2006
...que se unen en un programa de habla hispana
Una de mis tres infancias, tema que algún día desglosaré, es la agustiniana madrileña. Antes de ser dominico fui agustino recoleto. Mi carácter tiene muchas improntas. Si algo recuerdo con cariño de aquella época fueron mis cinco años en el coro del colegio, dirigido con vehemencia por el Padre Félix. Íbamos con nuestro uniforme de niños repelentes: pantalón gris de Tergal, polo blanco de manga larga de cuello cisne y chaqueta azul marino. Ensayábamos todos los viernes por la tarde. Aprendimos un montón de canciones. Actuamos en muchos sitios: Ayuntamiento de Madrid, Catedral de Toledo, Teatro de la Zarzuela, Palacio de Congresos y Exposiciones, Centro cultural en Colón, Parque de Atracciones... Pero nuestro verdadero momento de gloria tuvo lugar cuando salimos por la tele. Fue en el mejor programa que ha habido nunca en la historia de la televisión: Trescientos millones. Nos grabaron en el colegio. Aguantamos hasta las tantas para vernos y allí salimos, cinco segundos, quizá diez. Tremendo. Qué impacto mediático, sólo comparable con la llegada del hombre a la luna. Qué efímera es la popularidad. Qué volátil es la gloria. Cuantos años de terapia hasta lograr asumir el ser alguien anónimo. Fue duro. Muy duro. Pero muy bonito.
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