Releyendo mis escritos con la única finalidad de fomentar mi autocomplacencia, me doy cuenta de mi traición a mis diecisiete años, cuando no se me caía de la boca la palabra profundo porque me sentía un elegido por sufrir por culpa de las tías como un condenado (como un condenado que sufra mucho, claro).
Luego me viene siempre a la mente cuando en Beautiful Girls, esa película de culto, Uma Thurman le pregunta a Timothy Hutton ¿siempre os importan tanto las mujeres? a lo que este responde: sólo hasta que empieza la temporada de beisbol.
Aquí no tenemos beisbol. Tenemos fútbol. Y es verdad.
Dejando de lado la importancia que puedan tener las mujeres, supongo que la traición viene por el escepticismo que te dan los años. Todo se relativiza. Todo se trivializa. Nada te sorprende.
Siempre he pensado que éste era un mundo de pasiones. Y las emociones cada vez son menos. Yo le echo la culpa al trabajo, pero igual no es sólo por esto.
De ahí la importancia del fútbol. Te hace sentir. Y eso hace que te sientas persona.
¿Dónde quiero llegar a parar? Pues no lo sé. A lo mejor sólo quiero darme importancia. A lo mejor sólo quiero disfrutar un ratito sintiéndome culpable.
Pero, ¿tengo que pedirme perdón por emocionarme con allá en el rancho grande? No tiene mucha trascendencia para la humanidad de que material se empiezan y se terminan los calzones que usa el ranchero, pero ¿dejará por eso de ser una canción maravillosa?
¿Existe el equilibrio?
Nunca hubo mujer más maravillosa que Natalie Portman en Beautiful Girls. Ella siempre reconcilia todos los yos que he tenido y seguiré teniendo. Como Otis. Como Jobim. Como Woody. Como los Beatles.
10 febrero 2006
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